lunes, mayo 14, 2007

Primera Persona


Aplicar la creatividad. Eso es lo que hace falta. Falta concentrarse, cerrar los ojos, abrir el alma y comenzar a escribir. Estas palabras parecen recetas fáciles de hacer cuando no es tú mejor amiga la que está sentada frente a ti. Cuando todos los recuerdos de varios años vuelven y algunos se pierden entre palabras y el latir de tu corazón.
Es difícil darse cuenta que la creatividad se esfumó hace años. Se quedó dormida entre una conversación de playa. La imaginación se esfumó con un verano. Y ahora. sentada frente al computador, volveré a aplicar todo lo que siempre he amado hacer y así lograr algo más o menos coherente.
Ha pasado mucho tiempo desde que la conocí. La conocí cuándo sólo teníamos el nombre en común. Poco a poco fuimos haciendo que nuestros caminos se cruzaran más de una vez. Ésta es una de esas veces.
Hoy vuelve a Chile con su marido y su guata de cinco meses y medio. Vuelve para recordar sabores nostálgicos, para escuchar las canciones de su vida y lo más importante, para que yo pueda escribir de ella.
Carolina Pinto. Un personaje digno de hacerle un perfil. No sólo porque todo lo que se propuso lo ha logrado, sino que a demás, es de esas personas que entran a tu vida y no se van más.
Tiene los ojos grandes, verdes y redondos. El pelo color chocolate. La voz ronca, fuerte, profunda y nunca pierde su femenidad.
Cuando conversábamos hace algunos años en la biblioteca de la universidad, decía con vehemencia que ella nunca escribiría nada antes de no saber mucho. Yo, en cambio, me conformaba solamente con el placer de escribir.
Le encanta el cine. Cualquier cine. Se queda pegada en cada librería que ve y es adicta a la buena música. Debo confesar que ella afinó mi oído cebolla, e incluyó más repertorio que Arjona.
Con la Carola la vida se pasa rápido, el tiempo no se detiene. Es constante, luchadora, e incapaz de hacerle algo malo a alguien.
Nos conocimos entre marcianos, locas de patio, poodles sin dueños, topos, personajes de Friends, un critico de todo y un resentido social. Entre tantos personajes extraños, nos fuimos acercando poco a poco, estrechando lazos que son difíciles de desarmar.
Hoy estamos sentadas, una al frente de la otra. Estamos almorzando en el lugar de moda de Santiago. Es un día tibio y con algo de smog. Ella pide el menú del día y yo sólo un jugo de frutas. Me mira como queriendo hacer los mismos comentarios de antes, pero me adelanto y me escudo argumentando que tengo que volver rápido a la oficina.
Me comenta que está todo cambiado, todo mucho más lindo -dice- Yo la quedo mirando y me doy cuenta que nunca se alejó de mi. Que ese abrazo que nos dimos un 3 de noviembre, es el mismo que perduró en el tiempo y que se estrechó entre los más recónditos lugares.
Está más grande y feliz. Se toca la guata –siente- me dice. Yo pienso que cuándo yo esté así quiero que ella esté a mi lado. Pienso más a fondo y creo que ella siempre ha estado a mi lado, aún antes de conocernos.
Con la Carolina he compartido grandes y pequeños momentos. Hemos llorado arriba de una micro, reído hasta hacernos pipí. Hemos ido a conciertos rock, nos hemos subido arriba de la tarima en la dicoteque de moda de la UDD. Hemos sellado acuerdos, hecho trabajos, mechoneado, gritado. Pasado un verano en Viña al son de ¿quién te dijo eso? Y el Chuchucururu de los Venga Boys. Nos hemos enojado y hasta cortarnos el teléfono, sabiendo mágicamente cuándo volver.

Casi todos nuestros recuerdos merecen el rótulo de “inolvidables” descomunales borracheras al son del flow de Jorge o el “pueblo unido jamás será vencido”. Romances fugaces, amaneceres azueles, aventuras, lugares exóticos, personajes mágicos y todo tipo de exageraciones.
Pero de todas las historias posibles, recato una poco interesante, remota y, sin embargo, inolvidable.
Era un hermoso día de otoño. La ciudad cayó en su letargo melancólico. Nosotras habíamos terminado nuestro primer gran proyecto. Las fotos del diaporama estaban perfectamente ordenadas y la música seguía el ritmo. Sin embargo, al poco rato estábamos en la misma sala bailando, cantando muertas de la risa con la melodía de “Woman in Chains” y “Stigmatizade”. Por fin dejaríamos de pelear, por fin seríamos las “regalonas” de Guarelín.
Ese momento en particular fue inolvidable para mi. Ahí descubrí que con la Carola se puede hacer nada y de todas formas lo pasas bien. Descubrí que tal como dice el comercial de “Limón Soda” “haz todo, haz nada”, ese preciso instante era no hacer nada, después de haberlo hecho todo. Me di cuenta ese año y en especial en ese momento que lo que más amaba, en la vida, era escribir.

Debo confesar que cuando dejó de ir a la universidad todo cambió. Miré hacia atrás igual como lo hago ahora, y me di cuenta que ya quedaba tan poco. Me empecé a preguntar dónde estaré en un año o dos. Sin embargo, me percaté que apenas sabía donde estaba en aquel momento.
Cada minuto libre era motivo para disfrutar un juguito de naranja en algunos de los pasajes de providencia conversando de la vida, o en el barrio Lastarrias recorriendo librerías.
En ese entonces no tenía idea de cómo iba a terminar. Postulaba presurosa a una práctica en El Mercurio, pero me daba miedo. Extrañaba las conversaciones cómplices en los baños de la UDD.
De pronto carretear con Pancho y sus secuaces ya no era tan entretenido como antaño. Necesitaba espacio y tiempo para entenderme y aceptarme a mi misma sobre lo que quería y lo que no.
En un momento me di cuenta de que reía con más ganas y que, si antes no lloraba nada, ahora no me lo podía permitir. Las lágrimas se habían congelado.
A veces en informativo, interpretativo o en radio me sentía, de verdad, invencible, y otras sola, con miedo. Trataba de aferrarme al pasado, a aquellos asados con anticuchos o juegos de la verdad en la esquina de la universidad. Pero después me di cuenta que el pasado se alejaba mas y que no hay otra que seguir avanzando.
Me acostaba por las noches pensando- y sé que a ella también le lo hacía- por qué no puedo encontrar alguien lo suficientemente interesante como para querer conocerlo mejor. Sentía que todos mis amigos estaban a punto de casarse y que yo era la única sola.
Durante todo ese año me di cuenta que cada 2 semanas se repetían las mismas emociones. Entendí que repetía una y otra vez los temas porque no era capaz de tomar una decisión, me preocupaba no formar una vida para mi misma.

Hoy el almuerzo terminó. Yo no volví a la oficina. Después de tanto conversar, de reír, de llorar. Después de tantas cosas buenas o malas, tengo la certeza que un día de marzo encontré a mi mejor amiga.
Estoy segura que hoy no tengo tantos miedos. De que soy periodista – o al menos eso intento- que la vida es más que un avión, un diario, un lápiz o una grabadora. La vida es la suma de todo eso. De lazos duraderos, de amaneceres azules, de asados con gente extraña cantando “el pueblo unido jamás será vencido”. De olores y de reencuentros.

La nostalgia de la partida ya no está, ahora sólo queda seguir viviendo plenamente. Estrechando aún más los lazos y acercándonos cada cierto tiempo para fortalecer ese abrazo que un día nos dimos.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Amiga !!!! Encontré demasiado lindo tu texto !! Sobre todo ciertas metáforas e imágenes que mencionas. Y quizás también porque me sentí identificada, tanto en el contenido como en la forma en que está escrito. Si quieres después te hago algunos comentarios más críticos. Por el momento, me conmovieron mucho los atardeceres azules que se desvanecen...
Besos!

Caro dijo...

ufff es fuerte leer algo que escribiste con tanto sentido hace algún tiempo. Sin embargo, siento que el tiempo se hubiesen estancado y que ahora estuviera leyendo el perfil de mi misma. Puede ser por que ahora estoy en la posicion que ella...
La extraño mucho, como jamás pensé que podría extrañarla, echo de menos sus locuras y las mias, los minutos muertos y los intensos...
Un beso para cada uno del que lee estoy y por favor no piensen que no los quiero a los demás, simplemente las personas se extrañan verdaderamente cuando están lejos y ese es mi caso. Mi amiga se fue a vivir fuera... espero con ansias el día del reencuentro.
Carolina!