viernes, abril 13, 2007

“Aquí queda todo lo que fui... aquí empieza todo lo que soy. Cuéntame cómo era yo, que yo ya ni recuerdo”.

Tu naciste una calurosa noche de diciembre, con un problema al corazón que a los 4 años fue arreglado definitivamente en Buenos Aires.
Hace algunos años me dijiste que tu inspiración se te había perdido en lo profundo del mar y que aunque has tratado de encontrarla, todavía no hallas la forma para lograrlo. Desde que te conozco has querido ser escritora, es por eso, que entraste a estudiar periodismo en 2003 y ahora, un semestre y medio antes de egresar decidiste congelar, según tu, para hacer las cosas que amabas y se te habían olvidado.

A ti, Carolina te da miedo expresar tus emociones, dices tener un gran conflicto entre la libertad que te brinda tu cabeza y las reglas que te impone tu corazón. Pero yo creo saber que es sólo cosa de escucharse un poco más a sí mismo.
Eres de personalidad fuerte, tienes los ojos claros en señal de lealtad. Una vez me confesaste que a veces te sentías dividida en 3. La niña asustada que huye de todo lo que no le gusta o no puede hacer, la hechicera aquella que pasa del amor al odio con una facilidad increíble, la que hiere a las personas que más quiere por no retener, ni un segundo las palabras que brotan de tu boca cuando está enojada. Por último, te transformas en la princesa, la que inventa y crea cosas entretenidas para la felicidad propia y de tus súbditos.

Eres leal, responsable; tienes un dilema frente a quién es realmente el cuerpo que envuelve tu alma. Eres de amistades duraderas, organizadora vitalicia de los carretes de fin de semana. Siempre tienes algo que decir frente a lo que te molesta, defiendes con todas tus fuerzas lo que es tuyo. Así egoístamente intentas que nadie que te rodea se distraiga jamás por otra compañía.
Muchas veces has cedido. Has cedido tu puesto, tu corazón por personas que has amado profundamente. Siempre tratas de llenar con arte y magia la vida de los extraterrestres que te rodean. Con el periodismo descubriste que te aterran las injusticias. No toleras que las personas se queden calladas cuando tienen algo que decir.

Con el paso del tiempo, lograste abrir un sitio de encuentros permanentes, para ti y los demás. Donde la añoranza no constituya el quiebre de los sueños definitivos. Sino un impulso para revindicar la alegría y así apaciguar la agonía de la espera, y mientras tanto en ese sitio se canta, se baila, se goza...
Contigo el tiempo no se detiene. No te echas a morir por lo que no fue, simplemente disfrutas con plenitud lo que crees que debe ser disfrutado. Deshechas el dolor, la pena y la tristeza. Te ríes de las cosas simples y disfrutas al máximo de los instantes de soledad.
Cada cierto tiempo, tu alma se cambia de piel para renovar a la Carolina que necesita un suspiro que la transporte de vez en cuando a un paisaje con un horizonte mágico, lleno de colores llamativos en donde pueda descansar.