domingo, mayo 27, 2007

Sábado en la noche inolvidable

Anoche salí con mis amigos. Por fin nos reunimos después de varias semanas sin hablarnos y mucho menos de vernos las caras. Yo como de costumbre mandé un mail para organizar la salida a un bar. Mi idea era conocer el mítico "Liguria", epicentro del farándulismo chileno y encuentro periodístico bohemio de los últimos años.-
Nos juntamos en la esquina de Provi con Manuel Montt. Caminamos 1/2 cuadra hasta el "Bar Central", pero nuestras ganas que congelaron xq nos comunicaron que no había mesa para 10 personas. Nos devolvimos 1/2 cuadra y comenzamos testear los bares del rededor, por fin, después de 1/2 hora nos decidimos a uno que estaba menos prendido que un fósforo, pero habían promociones buenas y comida, que a esa hora era casi indispensable.
Lo pasé increible. Hacía mucho tiempo que los veía a todos. Hable de corazón de lo que me estaba pasando, de mi año, de lo viva que me sentía, alegre y viva que me encontraba y lo mejor de todo, es que por fin estaba haciendo algo por mí misma.
La noche avanzó rápido. Los primeros comensales del grupo se fueron, los demás nos quedamos un rato. Al despedirnos y cada quien irse a su respectivo auto mi amiga Fran me dijo - vamos a cachar que onda en el Liguria? -
-Ya po, contesté yo entusiasmada. La Caro y la Maca nos esperaron en el auto. Entramos al lugar, lo recorrimos, observamos a las personas y sin esperar nada la Fran dice - mira quién está ahí!
Yo miré hacia la pared y mi coraón se estremeció como hacia tiempo no lo hacía. Estaba ahí la persona que me había hecho olvidar lo malo de mi relación anterior. Estaba sentado, entretenido, guapo y culto junto a otra mujer. Debo confesar que mi primera reacción fue querer salir corriendo del lugar, pero después me ganó mi curiosisdad periodística y miré hasta que él se le acercó y le dió un beso a la galla. La Fran me agarró del brazo y me sacó del lugar.
Llegamos al auto impactadas, las niñas no podían creer lo que pasó y yo todavía no puedo sacarme de la cabeza la imagen de él dándole un beso a la niña.
Debo reconocer que me costó quedarme dormida. Pero después de tanto reflexionar y repetir interminablmente la imagen me doy cuenta que lo de anoche me pasó por PANFILA.
Es cierto, estoy y me siento plena, pues no tengo presiones, pero no sé hasta qué punto esoy dispuesta a dejarme congelar por el miedo. Él me coquetió el miércoles, me aduló delante de un grupo de gente. Hemos carreteado, comido y hasta bailado, pero parece que mis inseguridades hacen que la gente huela mis miedos.
Anoche comprendí que de todas las veces que he estado frente a algo que me gusta no hago nada por conseguirlo. Anoche descubrí que de todas las veces que otras mujeres se han interpuesto en mi camino no ha sido por que yo sea fea, fome, inculta y tonta, sino que aparto a los hombres con mis inseguridades. Y a pesar de que me sigo sintiendo plena como anoche, todavía no puedo sacarme la imagen de él dándole un beso a esa niña.-

lunes, mayo 14, 2007

Primera Persona


Aplicar la creatividad. Eso es lo que hace falta. Falta concentrarse, cerrar los ojos, abrir el alma y comenzar a escribir. Estas palabras parecen recetas fáciles de hacer cuando no es tú mejor amiga la que está sentada frente a ti. Cuando todos los recuerdos de varios años vuelven y algunos se pierden entre palabras y el latir de tu corazón.
Es difícil darse cuenta que la creatividad se esfumó hace años. Se quedó dormida entre una conversación de playa. La imaginación se esfumó con un verano. Y ahora. sentada frente al computador, volveré a aplicar todo lo que siempre he amado hacer y así lograr algo más o menos coherente.
Ha pasado mucho tiempo desde que la conocí. La conocí cuándo sólo teníamos el nombre en común. Poco a poco fuimos haciendo que nuestros caminos se cruzaran más de una vez. Ésta es una de esas veces.
Hoy vuelve a Chile con su marido y su guata de cinco meses y medio. Vuelve para recordar sabores nostálgicos, para escuchar las canciones de su vida y lo más importante, para que yo pueda escribir de ella.
Carolina Pinto. Un personaje digno de hacerle un perfil. No sólo porque todo lo que se propuso lo ha logrado, sino que a demás, es de esas personas que entran a tu vida y no se van más.
Tiene los ojos grandes, verdes y redondos. El pelo color chocolate. La voz ronca, fuerte, profunda y nunca pierde su femenidad.
Cuando conversábamos hace algunos años en la biblioteca de la universidad, decía con vehemencia que ella nunca escribiría nada antes de no saber mucho. Yo, en cambio, me conformaba solamente con el placer de escribir.
Le encanta el cine. Cualquier cine. Se queda pegada en cada librería que ve y es adicta a la buena música. Debo confesar que ella afinó mi oído cebolla, e incluyó más repertorio que Arjona.
Con la Carola la vida se pasa rápido, el tiempo no se detiene. Es constante, luchadora, e incapaz de hacerle algo malo a alguien.
Nos conocimos entre marcianos, locas de patio, poodles sin dueños, topos, personajes de Friends, un critico de todo y un resentido social. Entre tantos personajes extraños, nos fuimos acercando poco a poco, estrechando lazos que son difíciles de desarmar.
Hoy estamos sentadas, una al frente de la otra. Estamos almorzando en el lugar de moda de Santiago. Es un día tibio y con algo de smog. Ella pide el menú del día y yo sólo un jugo de frutas. Me mira como queriendo hacer los mismos comentarios de antes, pero me adelanto y me escudo argumentando que tengo que volver rápido a la oficina.
Me comenta que está todo cambiado, todo mucho más lindo -dice- Yo la quedo mirando y me doy cuenta que nunca se alejó de mi. Que ese abrazo que nos dimos un 3 de noviembre, es el mismo que perduró en el tiempo y que se estrechó entre los más recónditos lugares.
Está más grande y feliz. Se toca la guata –siente- me dice. Yo pienso que cuándo yo esté así quiero que ella esté a mi lado. Pienso más a fondo y creo que ella siempre ha estado a mi lado, aún antes de conocernos.
Con la Carolina he compartido grandes y pequeños momentos. Hemos llorado arriba de una micro, reído hasta hacernos pipí. Hemos ido a conciertos rock, nos hemos subido arriba de la tarima en la dicoteque de moda de la UDD. Hemos sellado acuerdos, hecho trabajos, mechoneado, gritado. Pasado un verano en Viña al son de ¿quién te dijo eso? Y el Chuchucururu de los Venga Boys. Nos hemos enojado y hasta cortarnos el teléfono, sabiendo mágicamente cuándo volver.

Casi todos nuestros recuerdos merecen el rótulo de “inolvidables” descomunales borracheras al son del flow de Jorge o el “pueblo unido jamás será vencido”. Romances fugaces, amaneceres azueles, aventuras, lugares exóticos, personajes mágicos y todo tipo de exageraciones.
Pero de todas las historias posibles, recato una poco interesante, remota y, sin embargo, inolvidable.
Era un hermoso día de otoño. La ciudad cayó en su letargo melancólico. Nosotras habíamos terminado nuestro primer gran proyecto. Las fotos del diaporama estaban perfectamente ordenadas y la música seguía el ritmo. Sin embargo, al poco rato estábamos en la misma sala bailando, cantando muertas de la risa con la melodía de “Woman in Chains” y “Stigmatizade”. Por fin dejaríamos de pelear, por fin seríamos las “regalonas” de Guarelín.
Ese momento en particular fue inolvidable para mi. Ahí descubrí que con la Carola se puede hacer nada y de todas formas lo pasas bien. Descubrí que tal como dice el comercial de “Limón Soda” “haz todo, haz nada”, ese preciso instante era no hacer nada, después de haberlo hecho todo. Me di cuenta ese año y en especial en ese momento que lo que más amaba, en la vida, era escribir.

Debo confesar que cuando dejó de ir a la universidad todo cambió. Miré hacia atrás igual como lo hago ahora, y me di cuenta que ya quedaba tan poco. Me empecé a preguntar dónde estaré en un año o dos. Sin embargo, me percaté que apenas sabía donde estaba en aquel momento.
Cada minuto libre era motivo para disfrutar un juguito de naranja en algunos de los pasajes de providencia conversando de la vida, o en el barrio Lastarrias recorriendo librerías.
En ese entonces no tenía idea de cómo iba a terminar. Postulaba presurosa a una práctica en El Mercurio, pero me daba miedo. Extrañaba las conversaciones cómplices en los baños de la UDD.
De pronto carretear con Pancho y sus secuaces ya no era tan entretenido como antaño. Necesitaba espacio y tiempo para entenderme y aceptarme a mi misma sobre lo que quería y lo que no.
En un momento me di cuenta de que reía con más ganas y que, si antes no lloraba nada, ahora no me lo podía permitir. Las lágrimas se habían congelado.
A veces en informativo, interpretativo o en radio me sentía, de verdad, invencible, y otras sola, con miedo. Trataba de aferrarme al pasado, a aquellos asados con anticuchos o juegos de la verdad en la esquina de la universidad. Pero después me di cuenta que el pasado se alejaba mas y que no hay otra que seguir avanzando.
Me acostaba por las noches pensando- y sé que a ella también le lo hacía- por qué no puedo encontrar alguien lo suficientemente interesante como para querer conocerlo mejor. Sentía que todos mis amigos estaban a punto de casarse y que yo era la única sola.
Durante todo ese año me di cuenta que cada 2 semanas se repetían las mismas emociones. Entendí que repetía una y otra vez los temas porque no era capaz de tomar una decisión, me preocupaba no formar una vida para mi misma.

Hoy el almuerzo terminó. Yo no volví a la oficina. Después de tanto conversar, de reír, de llorar. Después de tantas cosas buenas o malas, tengo la certeza que un día de marzo encontré a mi mejor amiga.
Estoy segura que hoy no tengo tantos miedos. De que soy periodista – o al menos eso intento- que la vida es más que un avión, un diario, un lápiz o una grabadora. La vida es la suma de todo eso. De lazos duraderos, de amaneceres azules, de asados con gente extraña cantando “el pueblo unido jamás será vencido”. De olores y de reencuentros.

La nostalgia de la partida ya no está, ahora sólo queda seguir viviendo plenamente. Estrechando aún más los lazos y acercándonos cada cierto tiempo para fortalecer ese abrazo que un día nos dimos.

domingo, mayo 06, 2007

El Suicidio (por: Karin)

Amar es morir,
Morir es perder,
Y expresarme también es morir,
Pero de pie.
Me pongo de pie, delante de ti y de mí, y dentro mío, para hacerte y hacerme frente. El pecho se hincha, se infla, de recuerdos, de nostalgia, de amor, y más amor; de rabia, de angustia, de risa, de lágrima, y de coraje. Sobre todo, de coraje. No puede más. Colmará. Y respiro. Decido despojar todo aquello que infla e hincha la garganta, y se expande por la espalda, el cuello, y la cabeza, y las manos sedientas de tacto, y las caderas ansiosas de calor, y las piernas esperanzadas.
Miro tus ojos y me veo en ellos. Me recuerdo lo que en mí descubrí: pasión a niveles desconocidos hasta entonces, y desinhibición; mucha emoción; un escuadrón de mariposas; coraje ya; amor, sí, amor; risa, miradas nuevas, otras sonrisas, otros sueños que nacían.
Sé que lo que haré es un suicidio, y sin embargo, necesito hacerlo. Dijiste que entonces no lo hiciera. Ahora me pregunto por qué, ¡y te digo que te amé, que te amo, que no sé cómo decirlo en palabras porque eso acongojado en mi pecho las trasciende!, mientras camino de un lado a otro, como queriendo escapar de ti, de mí, del sentimiento. Y te abrazo, te aprieto, fuerte, porque te extraño, y te digo cuánto te echo de menos, cuánto siento tu piel en la mía, tu olor en mi aire. ¡Mírame! ¡No sabes cuánto, no sabes, no lo ves! Y te grito que quiero volver a sentirte, a tenerte. El corazón me late despavorido, me retumba, no me cabe en el pecho, quiere salir. Y damos vueltas por el espacio que nos encierra. Intentamos evadirnos el uno del otro, pero no podemos escapar, ni de nuestras miradas ni de nuestras presencias. Entre tú y yo hay una distancia corta, y no obstante, nunca te había sentido tan lejos, tan frío.
Entonces… lloro de amor, pero ya no sólo por ti, sino también por mí. Y de tanto extrañar… me. Y todo eso se evapora en el calor y el peso de mis lágrimas y la congoja de la garganta.
Y muero, por quedar al descubierto ante ti, sin máscaras ni disfraces, sin más que ocultar, sin más incertidumbres que hinchen el pecho. Todas aquellas alhajas y ropas de mujer bella con las cuales aún quise seducirte por última vez, caen tras mis palabras de desolación, de muerte, de suicidio, ante tu mirada ajena y la mía que se pierde en un pasado antes confuso y ahora, sin misterios. El corazón se deshincha, exhausto, agotado de tanto contener. Muero. Me deshago un poco con cada palabra que te pronuncio. Te modulo. Te grito. Con cada grito que abrazo y aprieto fuerte y violento ante tu resistencia; con cada mirada que busca la tuya.
Me agoto, y quedo vacía. De ti.
Siento que muero, que me desintegro, mas no dejo de mirar tus ojos fijamente, y en ellos aún me veo, de pie.
1 de mayo de 2007 por Karin Froimovich.
Me pareció digno de ser publicado. Te pasaste amiga!